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The crisis does not distinguish species

October 05  of 2022

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Argarita is a 72-year-old lady residing in the municipality 

San Cristóbal, in the Artemisa province. 15 years ago he was diagnosed with diabetes, news that came along with his retirement from work and the well-known violation of his economic income. Margarita lives with her grandson, a pre-university student, in the so-called cuarterías in front of the municipal park. The total income of the household does not greatly exceed Margarita's retirement, the result of her entire economic life's work in a sugar mill. 

 

In San Cristóbal it has been more than two years since the stores in national currency disappeared and it has been approximately a year since the municipality of Artemisa did not receive the special diet of milk and meat for people with diabetes. In this way, Margarita and her grandson feed on the products available through the supply book and the sporadic sales of chicken or hash in national currency, which is done at least once a month in San Cristóbal.

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Ahora entiendo que tenían vergüenza de que dos profesionales, que toda su vida habían trabajado honradamente, sin robarle al Estado en sus escuelas y fábricas, apenas les daba para llegar a fin de mes. En Cuba, es muy frecuente que la honradez se pague con pobreza. La crisis de los 90 creó una nueva actividad económica que fue y es “la lucha”; o lo que es lo mismo: robar los recursos del Estado para venderlos en el mercado negro. Ya no se llamaba a este tipo de ladrón por su nombre, ahora “Pepe era un luchador, una fiera”. El consuelo es que quienes dirigen son muchísimo más ladrones que los que “luchan”.

En esa época, comenzaron también a surgir de manera oficial restaurantes completamente privados. Esto, sin embargo, no mejoró nuestra situación, ya que eran mucho más caros. Es cierto que la calidad del servicio, de la comida y de la infraestructura en general era incomparable con la de los restaurantes administrados por empresas estatales. Resulta paradójico porque, por una parte, había más restaurantes, más calidad, mejores ofertas, pero seguían siendo inalcanzables para el ciudadano común. A estos nuevos negocios iban sobre todo personas que venían de visita a Cuba o cubanos que tenían pequeños negocios que les permitía salir con su familia a comer.

A partir de 2010, sí frecuenté más los restaurantes privados. No porque ganáramos más dinero, sino porque mi hermana se había casado con un cubano-americano que venía cada pocos meses a visitarla. Eventualmente, mi hermana emigró y en sus venidas a Cuba hemos comido en los nuevos negocios que con los años han ido surgiendo en el lugar que vivimos.

Sin embargo, siempre da tristeza que, para que mis padres y yo pudiéramos comer fuera, como es normal en cualquier hogar del mundo con trabajos estables, mi hermana haya tenido que emigrar. Y no solo para comer fuera; incluso para poder conseguir tener agua en la casa después de más de diez años viviendo sin el líquido, pues, gracias al dinero aportado por mi hermana después de su emigración, se pudieron comprar tuberías, un tanque elevado y una turbina de agua. Es muy normal en Cuba que, para que una familia avance, tenga primero que romperse.

En pleno 2023, la situación no ha mejorado. Pudiéramos decir que va a peor. Las desigualdades sociales cada día son más visibles y las distancias entre quienes tienen familiares fuera o negocios van in crescendo. La devaluación del peso cubano y la estanflación de la economía afecta más duramente a los sectores vulnerables de la sociedad. La crisis alimentaria no tiene señales de estar cediendo. Sobre la disponibilidad de algunos alimentos de primer orden, como el pollo y el aceite vegetal, es cierto que se estaba notando la disminución de su costo al aumentar la oferta en el sector privado, ya que muchas mipymes los estaban vendiéndolos de manera legal. Sin embargo, las recientes medidas de las autoridades financieras para bancarizar la economía cubana de modo forzoso frente a la falta de efectivo, va a revertir esta tendencia de baja de los precios porque los negocios no van a poder disponer con libertad de su dinero en efectivo, que se verá limitado por el Banco Central de Cuba. Por tanto, no podrán comprar los contenedores de comida en el extranjero y la oferta volverá a escasear.  

Si adquirir los alimentos básicos para el día a día es ya una tarea difícil, resulta evidente que comer fuera se vuelve casi imposible. Los altos precios en los restaurantes, junto a la devaluación del poder adquisitivo del salario promedio en el país, impiden que las familias de clase media y baja en Cuba tengan acceso a estos establecimientos. Recuérdese que el salario medio actual está sobre los 3 000 pesos cubanos, no más de 10-15 dólares al cambio.

Ahora que yo trabajo y percibo un salario por encima de la media nacional, me dispuse a llevar a mi novia a comer fuera por cumplir meses de noviazgo. Vamos a uno de los mejores restaurantes del pueblo, en un municipio a las afueras de La Habana. Téngase en cuenta que los precios aquí son un poco más baratos que en la capital. Permítanme hacer un pequeño recorrido por el menú.

  • Entrantes:

    • croquetas 200 cup;

    • tostones rellenos 350 cup.

  • Pastas:

    • espaguetis napolitanos 450 cup;

    • espaguetis de jamón 600 cup;

    • espaguetis con camarón 950 cup.

  • Pizzas:

    • pizza napolitana 350 cup;

    • pizza de jamón 500 cup;

    • pizza de chorizo 550 cup;

    • pizza hawaiana 600 cup.

  • Comidas:

    • Pollo:

      • fajitas de pollo 750 cup;

      • pollo grillé 800 cup;

      • pollo gratinado 900 cup,

      • pollo imperial 1 000 cup.

    • Cerdo:

      • fajitas de cerdo 750 cup;

      • cerdo grillé 1 000 cup;

      • lomo ahumado 850 cup;

      • cerdo imperial 1 150 cup.

En la parte de los productos del mar no nos sumergiremos. Solo diré que el plato más barato comenzaba en 1 000 cup.

Finalmente, gastamos 2 600 pesos en dos pizzas, un entrante, un refresco y un par de cervezas. Recordemos que esta fue una salida de solo dos personas. Ni pensar una familia de más integrantes cuánto pudieran gastar.

Entonces, me pregunto: ¿puede un cubano que gane el salario medio salir a comer fuera? ¿Acaso los cubanos no nos merecemos esta posibilidad?

Este es nuestro presente y el futuro no parece prometedor. Muchas veces, cuando analizamos las consecuencias de la inseguridad alimentaria en Cuba, nos detenemos en aspectos mucho más palpables como los productos de consumo básico. Sin embargo, el costo de una actividad social y recreativa tan común en cualquier parte del mundo también debe ser tomada en cuenta para futuros análisis.

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