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The crisis does not distinguish species

October 05  of 2022

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Argarita is a 72-year-old lady residing in the municipality 

San Cristóbal, in the Artemisa province. 15 years ago he was diagnosed with diabetes, news that came along with his retirement from work and the well-known violation of his economic income. Margarita lives with her grandson, a pre-university student, in the so-called cuarterías in front of the municipal park. The total income of the household does not greatly exceed Margarita's retirement, the result of her entire economic life's work in a sugar mill. 

 

In San Cristóbal it has been more than two years since the stores in national currency disappeared and it has been approximately a year since the municipality of Artemisa did not receive the special diet of milk and meat for people with diabetes. In this way, Margarita and her grandson feed on the products available through the supply book and the sporadic sales of chicken or hash in national currency, which is done at least once a month in San Cristóbal.

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Una parada obligatoria de 15 minutos, incluida en todas las rutas nacionales en la que se accedía a los servicios sanitarios, y sobre todo se disfrutaba de una significativa variedad de productos gastronómicos que incluía algunas especialidades locales y gran variedad de ofertas para todos los gustos y poderes adquisitivos.

El Conejito era sinónimo de dulces, turrones, refrescos, comida criolla, bocaditos, sándwiches y pizzas, todo el día a disposición del viajero que apreciaba la relativa calidad de los alimentos y los precios razonables, sobre todo si se comparaban con los precios habituales de los negocios particulares situados en las carreteras.

En la actualidad el Conejito experimenta un serio proceso de decadencia y abandono. La falta de inversión y de suministros lo ha convertido en una sombra de lo que fue. En días recientes estaban ofertando solo cuatro productos al viajero: galletas de sal, chicharritas, cerveza y bocadito de jamón. El deterioro de la instalación llega a conmover. Los vendedores particulares que antes pululaban por los alrededores han desaparecido y el edificio central de la instalación parece un barco fantasma.

No recuerdo jamás haber visto tanta soledad y tristeza en el Conejito de Nueva Paz. Ni siquiera en fin de año o en medio de una amenaza ciclónica faltaban los proverbiales vendedores ambulantes y las ofertas que incluían almuerzos, comida para llevar y toda clase de confituras.

Una de las trabajadoras del local hace un gesto de resignación a la pregunta: ¿Y qué pasó aquí? Luego nos explica con la vehemencia del paciente que ha esperado largo tiempo por su psicoanalista, para descargarle las frustraciones acumuladas:

“Aquí esto está trabajando de milagro, no hay nada de nada. Los administradores le han reclamado a todo el mundo pero nunca tú vez una respuesta. Las máquinas freidoras y el horno se están echando a perder por la humedad y por falta de uso. Las neveras tienen hielo hasta arriba y lo único que aparece es esa cerveza que ves ahí.

Aquí nosotros mismos hemos tenido que ir resolviendo con lo que hay porque el municipio no nos da materias primas prácticamente pero sí exigen cumplir con un volumen de ventas que al final se incumple porque no hay cómo.

Tú viste ese puesto de perro (perros calientes) que siempre vendía muchísimo, ahí lleva vacío más de tres años y eso que esa máquina la trajeron nueva desde afuera pero ahí está, oxidándose sola.

Si tú traes algo para vender por la izquierda y te cogen te botan, lo que se traiga tiene que ser contratado y cuando vas a contratar te dicen que no hay, que hay que esperar a que entre algo, que las prioridades son las panaderías y los comedores pero es que el que vive de esto, no tiene de dónde más sacar”.

El viajero promedio cubano, que no puede darse el lujo de comprar en un restaurante particular y realiza trayectos de 200, 300 y 400 kilómetros en el día rumbo a La Habana, espera llegar a este punto para poder alimentarse, pues carece de otras opciones asequibles en el camino. De hecho, muchos de los trayectos de la empresa de Ómnibus Nacionales están diseñados de tal forma que, a la hora de almuerzo, confluyen una decena o más de carros en esta parada obligatoria.

La decadencia de la infraestructura de la industria alimentaria en Cuba se ha convertido en un problema recurrente e insostenible. El intento de otorgarle a ciertas Mipymes derechos de uso en forma de alquiler de estos locales ha sido un fracaso. No existen los incentivos, las materias primas ni el marco legal estimulante que permita el rescate de instalaciones como el Conejito y muchas otras cafeterías y restaurantes que se caen a pedazos en los centros de las ciudades cubanas. Días de ruinas y derrumbes se avizoran en este país donde la clase gobernante se niega a concederle al pueblo cubano el cambio que tanto anhela y necesita.

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