ENTREVISTA
Como para sobrevivir, no para llenarme porque eso sería un lujo
Rigoberto tiene 87 años, está jubilado y vive en San Antonio del Sur, Guantánamo

Si pensara en su alimentación diaria, ¿diría que come realmente lo que quiere y considera saludable? ¿Qué factores influyen en sus decisiones a la hora de elegir qué comer?
No es así, porque a pesar de que quisiera comer todo lo que comía en etapa anteriores de mi vida ya no puedo porque no aparece nada y uno se tiene que acostumbrar a lo que hay, que es bien poco.
El principal factor es que mi jubilación no alcanza para nada y en ocasiones ni con el dinero aparece lo que estás buscando porque hay alimentos que antes estaban en los locales y bodegas, que ya después de la caída del campo socialista dejaron de existir aquí.
Yo me acuerdo de cuando llegaba el camión con los mandados y uno podía hacer una cola y salir con alguito. Ahora, las colas son para ver si te toca un mendrugo o pelear por lo último que queda.
También está el entorno, ¿sabes? Aquí todo el mundo anda en las mismas, buscando cómo resolver, y eso te pesa, porque no hay con quién contar para que te eche una mano. Los valores de antes, de compartir lo poco que tenías con el vecino, ya eso no existe, ahora todo el mundo tira para su lado. Y las relaciones con los demás, pues, a veces ayudan y a veces no; hay días que un familiar me trae una viandita, pero eso no es constante, no es algo en lo que uno pueda apoyarse todos los días
¿Cuáles son los alimentos más importantes en su dieta y de qué forma accede a cada uno?
Los alimentos que más consumo son bien pocos. Está el arroz y los frijoles, que a veces consigo y a veces no, pero cuando los tengo los estiro lo más que puedo; y picadillo de vez en cuando, que no sé ni de qué está hecho, pero algo es algo. Y pare usted de contar, porque debería tomar al menos un vaso de leche diario a mi edad, para los huesos, para la salud, que ya el cuerpo no es el mismo de antes, pero eso es imposible. Una, porque no aparece por ningún lado, y lo otro, que cuando la encuentras, el precio parece un chiste, como si yo fuera millonario.
El arroz lo consigo por la libreta, cuando llega, que no siempre es puntual, y a veces tengo que completar con lo que venden las mypimes. Los frijoles igual, a veces me los trae mi yerno que tiene un pedacito de tierra, pero no es seguro, y cuando no hay, pues me toca comer el arroz solo o con un poco de salsa para darle sabor.
El picadillo, lo compro en la placita cuando hay, pero es caro y no siempre tengo el dinero para darme ese gusto. Leche, como te dije, nada, ni en sueños; antes venía por la bodega para los viejos, pero eso se acabó hace años. No tengo familia afuera que me mande nada, así que dependo de lo que pueda resolver aquí, y de mi familia.
Ante la actual crisis económica en Cuba, ¿qué estrategias y opciones tiene para sobrellevar las dificultades que enfrenta?
Bueno, opciones no tengo muchas, para qué te voy a mentir, porque uno no es mago. Trato de administrarme lo mejor posible. Ya no como la cantidad de comida de antes porque si no, no me alcanza ni para tres días. Ahora es una cucharadita de esto, un poquito de aquello. Es como dice el dicho: como algo para sobrevivir, no para llenarme, porque llenarse es un lujo que no me puedo dar.
Además, con la luz que se va a cada rato, cocino cuando puedo, y si no hay gas, pues me las arreglo con un fogoncito de leña que me armó mi hija en el patio, aunque el humo me mata los pulmones.
El agua también es un problema, porque a veces no llega y tengo que guardar en un tanque lo que puedo recoger, pero eso no siempre alcanza. Y el transporte, ni te digo, si necesito ir a la placita o a ver si llegó algo a la bodega, voy caminando, aunque las piernas me duelan, porque yo soy un viejo, ya no puedo montar bicicleta.
¿Qué sentimientos y emociones experimenta cuando piensa en la labor de garantizar la alimentación en la familia?
Desesperanza es lo que me da pensar en esto, porque no ves luz al final del camino. Levantarme todos los días a inventar sin saber cómo será el día siguiente es estresante en verdad, es como vivir con una soga al cuello. Yo vivo solo, gracias a Dios mi hija me ayuda y no tengo que alimentar a más nadie, pero igual me duele pensar en cómo está la gente, en los nietos que no tienen para comer bien.
A veces me siento inútil, como si no pudiera hacer nada para cambiar esto. Hay días que me pongo a recordar cómo era antes, cuando uno podía sentarse a la mesa con la familia y compartir un plato lleno, y me da una tristeza que no te puedo explicar, porque eso no va a volver. También me da rabia, no te lo niego, rabia con este sistema que no funciona, con un gobierno que promete y no cumple, que nos tiene aquí pasando trabajo mientras ellos tu los ves así barrigones, no saben lo que es pasar hambre.
¿Para Ud., cuál crisis ha sido peor, el Periodo Especial o la crisis actual? ¿Por qué?
La crisis que vivimos ahora en gran medida es mayor que el Período Especial, esta no hay quien la resista, te lo digo con el corazón en la mano. En el Período Especial, sí, pasamos trabajo, no voy a decir que no, pero a pesar de que había pocos recursos, aparecían los alimentos con mayor facilidad y no estaban tan excedidos en sus precios como ahora. Yo me acuerdo que, en aquellos años, aunque fuera poco, llegaba algo a la bodega, y yo podía comer algo decente: un arroz con unos frijolitos, un pedacito de carne de puerco, y hasta mi vasito de leche diario, que para mí era sagrado.
Ahora, qué va, ahora no aparece nada y no tengo ni de dónde sacar. En el Período Especial había más solidaridad también, la gente se ayudaba, te daban una mano si estabas mal, pero hoy en día cada cual está en lo suyo. Y si me pongo a pensar más atrás, antes del 59, yo era joven, trabajaba en el campo y comíamos plátano, yuca, malanga, lo que fuera. El Período Especial lo pasamos, pero esto… esto parece el fin del mundo.
¿Cómo llegó a escoger esta ocupación/actividad? ¿Influye la crisis actual en ella?
Yo fui cocinero durante mucho tiempo en una escuela, y te digo que en aquellos años cocinar era un placer, porque había bastante y se derrochaba. Los estudiantes comían lo que querían, en cantidades aceptables, y sobraba para llevar a la casa a veces.
Había arroz, frijoles, carne, pollo, lo que hiciera falta para hacer un plato bueno. Escogí eso porque era lo único que sabía hacer bien; antes de eso trabajaba en la agricultura, cortando caña, sembrando lo que me mandaran, y de ahí saqué el gusto por la cocina
Pero la crisis actual, uf, eso lo cambia todo. Aquí ya yo no cocino para nadie, porque no tengo ni para mí, y si tuviera que trabajar en eso otra vez, no sé cómo lo haría. Esto no es como antes, que tú resolvías.
¿Se imaginaría realizarla durante el Periodo Especial? ¿Qué cambiaría?
Bueno ya no puedo trabajar porque mi edad no me lo permite, pero creo que si pudiera escogería otra profesión. Yo trabajé de cocinero en el Periodo Especial, y lo único bueno es que uno resolvía por ahí, comida y eso, pero más nada. Me hubiera gustado ser otra cosa.
