ENTREVISTA
Yo ya no como, yo pruebo la comida y dejo para el día siguiente
Beatriz tiene 65 años, ya no trabaja, vive en San Antonio del Sur

Si pensara en su alimentación diaria, ¿diría que come realmente lo que quiere y considera saludable? ¿Qué factores influyen en sus decisiones a la hora de elegir qué comer?
No mijo ¿Tú estás loco? ¿Por qué? Porque no hay plátanos, ni lo que yo quiero comer de verdad. Imagínate lo que me gustaría, un congris bien hecho con su chicharrón, una carnita asada, un pedazo de pescado fresco del mar. Pero eso es fantasía mijo. Yo como lo básico, los frijoles que están carísimos. Y la carne, ¿dónde la vas a encontrar? Ni preguntarlo. Yo me conformo con un tin de arroz, una cucharadita chiquita para que me rinda más o menos para otro día, y un poquitico de frijoles que no alcanza ni para un potaje. Si no me alcanza una libra, tengo que volver a cocinar al rato, y ¿qué llevo a la mesa? Nada, un plato vacío.
Cada día estamos más débiles, con mareos, flojera, sin fuerzas para trabajar ni para nada. ¿Por qué? Porque no hay plata en la calle. Si aparece comida, no tengo con qué comprarla. Yo cobro 1550 pesos, una miseria; si compro aceite, no me alcanza para frijoles ni carne. Tengo que elegir entre aceite y jabón para lavar la ropa, y ahí se me va la plata. Mi vida se me va también buscando mis medicinas, que no aparecen en la farmacia, y sin comida buena, ¿cómo me curo? Esto es un desastre.
¿Cuáles son los alimentos más importantes en su dieta y de qué forma accede a cada uno?
Yo no diría comer, diría probar, pruebo con arroz y frijoles, que están carísimos cuando aparecen, y un poco de vianda si hay suerte. Una ensaladita también, pero cara, porque la carne es por gusto. Ni un paquete de pollo puedo comprar, ni con un libro entero de dinero me da. Aquí no hay plato fuerte, menos para los niños si los tuviera cerca.
¿Cómo accedo a esto? Comprándolo a veces con mentiras, pidiéndole fiado a un merolico de la esquina, diciéndole ‘te lo pago mañana’, ‘te lo pago el mes que viene’, ‘te lo pago no sé cuándo’. No tengo chequera ni nada fijo, así que quedo mal con la gente, y me da tremenda vergüenza.
Yo nunca había sido así, de andar debiendo y mintiendo, pero no me puedo morir de hambre. Cojo lo que me fían para comer hoy, y a veces pasan 15 días para poder pagarlo. No es mentira, quedo mal y me meto en problemas con los vendedores, pero ¿qué hago? Si no resuelvo, no como, y si no como, me muero. Así vivo, arrastrándome con lo que aparece y rezando para que no me miren mal por la calle
Ante la actual crisis económica en Cuba, ¿qué estrategias y opciones tiene para sobrellevar las dificultades que enfrenta?
Arrancando los palos de la cerca para hacer leña, porque ya ni cerca tengo para cerrar el patio, y no puedo buscar leña en otro lado porque está carísima, igual que el carbón.
Por ese lado, cuando se va la corriente, que es casi todo el día, y cuando viene, trato de cocinar la bobería de comida que aparece por la madrugada, aprovechando porque el apagón no sé cuándo va a volver.
Hay que estar adivinando para no perder lo poco que tengo. ¿Y el agua? El agua sí, de momento la tenemos, por un ratico, pero a veces se va también y toca cargar baldes de donde sea. No hay estrategia, mijo, es sobrevivir como pueda. Mi pensión no me da para nada, y lo que consigo lo estiro hasta que se acaba, y después, a pasar hambre o a pedirle a un vecino que me tire un cabo. Esto no es vivir, esto es esperar que pase algo.
¿Qué sentimientos y emociones experimenta cuando piensa en la labor de garantizar la alimentación en la familia?
Impotencia, siento una tristeza que me ahoga, como si estuviera pagando un pecado que no cometí. Yo miro mi frío, y pienso en los tiempos en que podía hacer una comida de verdad, para mi marido, para quien fuera. Ahora no tengo ni para mí. Me da rabia, me da ganas de llorar. Es como si me hubieran atado las manos y me dijeran ‘aguanta’. Veo a los vecinos igual, todos flacos, todos tristes, y siento que no soy la única, pero eso no me consuela. A veces pienso que mejor no pensar, porque duele demasiado
¿Para Ud., cuál crisis ha sido peor, el Periodo Especial o la crisis actual? ¿Por qué?
Mijo, la actual, no hay comparación. Si antes, en el Periodo Especial, nosotros éramos reyes al lado de esto. Sí, pasábamos hambre a veces, pero no como ahora. Había gente que conocía que pescaba en el mar y te vendía un pescado barato, fresco, para comer ese mismo día. Había viandas de sobra, yuca, boniato, plátano, lo que fuera; elaborábamos cosas, alimentos para vender, para compartir, y teníamos dinero para movernos. Yo misma hacía dulces para vender en la calle y sacaba algo para la casa. Eso no fue nada comparado con lo de ahora. Hoy no hay ni para empezar: el mar está vacío o no hay quién pesque, las viandas no llegan, y el dinero no vale nada. En el Periodo Especial había vida, había esperanza, pero esto de ahora es muerte en vida.
¿Cómo llegó a escoger esta ocupación/actividad? ¿Influye la crisis actual en ella?
Mijo, yo empecé a vender alimentos por mi cuenta porque quería tener un ingreso extra y ayudar en la casa. Con el padre de mis hijos, él trabajaba, pero siempre hacía falta más. Me gustaba cocinar, y vi que podía hacer dulces, empanadas, cosas así, y venderlas en la calle. La gente compraba, y yo sacaba mi dinerito. Pero ahora, con esta crisis, es imposible. No hay harina, no hay azúcar, no hay aceite, no hay nada para hacer nada. Y si consigo algo, los precios son tan altos que no puedo vender a un precio que la gente pueda pagar. Además, nadie tiene dinero para comprar ni un dulce. La crisis me tiene parada, sin poder hacer lo que sé hacer.
¿Se imaginaría realizarla durante el Periodo Especial? ¿Qué cambiaría?
Sí, claro que me imagino haciéndolo en el Periodo Especial. De hecho, lo hice. Durante esos años, yo vendía comida en la calle, y aunque estaba duro, había más para resolver. Había harina, aunque fuera poquita, había azúcar, y la gente tenía un poco más de dinero para gastar. Yo hacía mis dulces, mis empanadas, y la gente compraba. ¿Y cómo estamos ahora? Si fuera aquellos tiempos, cambiaría que tendría materia prima para trabajar y vender.
