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The crisis does not distinguish species

October 02  of 2022

D.

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uring the days following the passage of Hurricane Ian,

An unprecedented food crisis has been experienced in the city of Cienfuegos, at least in the last two decades. Chronic shortages and irregularities in the supply chain, which had already been taking a heavy toll on the population, especially the most vulnerable cases, such as the elderly, pregnant women, single mothers, the disabled and social cases, have reached their peak. critical in the midst of a delicate energy situation that has put additional pressure on Cienfuegos families.

During the last days of September, we toured the most important food sales establishments in the city, reaching 9 communities, of which only 2 were offering scarce products to the population. Most of the establishments in national currency are closed or completely out of stock. 

The few that remain providing services such as the “La Yarda” market, located in the center of the city, are controlled by the presence of MININT agents and the National Revolutionary Police. What is sold in this market (one of the most important in the city) is: crackers, lemon concentrate and guava candy bar. With a limited number of units of these products, "shifts" are given since they are not enough to satisfy the demand. The lines take up to 24 hours and more to purchase any merchandise.

There are currently no meat products or protein sources for sale to the population for several days. With the price of the US dollar close to 200 Cuban pesos today and the carton of eggs at 900 pesos, the families that do not have MLC, which are the majority, have no way to acquire sources of animal protein in the state supply network. What is currently being sold in MLC stores are 500 gram mincemeat tubes at more than 4 MLC per unit. 

After more than 72 hours without electricity, most of the families' food reserves were lost and the government has not yet drawn up a strategy to assist the most vulnerable families or restore stable supply. Faced with the demands of the population, the government response has been none other than reinforcing control and propaganda. Internet cuts continue to avoid visualizing the reality of the country and the protests that took place in the City of Havana. The situation does not improve.

Los hospitales están abiertos, pero no tienen medicinas. Una menguada plantilla de médicos hace lo mejor que puede con los pocos recursos disponibles, pero eso no es suficiente para asegurar la calidad de vida y la salud de la población en general. Los medicamentos hay que comprarlos en grupos del mercado negro, a precios exorbitantes; falta una gran cantidad de especialistas en todas las áreas y la espera para atenderse con uno puede ser de meses.

En las escuelas cubanas, niños sin merienda, jóvenes maestros con muy poca preparación y padres desesperados intentan mantener un ambiente de “normalidad” cotidiana que es insostenible en el tiempo. El deterioro de la infraestructura educativa y la falta de base material para la enseñanza son alarmantes. La suspensión de clases durante varios días por los cortes prolongados de electricidad es muy frecuente en la provincia.

En algunos municipios y consejos populares, los cortes son casi permanentes: solo dos o tres horas de electricidad en un lapso de 24 horas, y así en los días siguientes, sin tregua ni descanso. La política de “circuitos priorizados” está trasladando las cargas del déficit a menos lugares; por tanto, en estos desafortunados circuitos, el apagón es total y permanente. Una vez más, la emigración sale en defensa de los suyos y hace de salvavidas temporal para algunas familias, enviando cantidades importantes de plantas generadoras que se mueven diariamente en los circuitos de distribución de paquetería local, ante los ojos anhelantes de quienes no poseen tal tipo de ayuda, que son la mayoría.

En los repartos oscuros y llenos de mosquitos, miles de ciudadanos se mantienen inertes dentro de sus casas luchando contra el hambre y el desasosiego. Justo en estos lugares es donde cae el martillo de la vigilancia revolucionaria con más fuerza y la represión se ha articulado a un nivel tal, que un simple “toque de calderos” resulta en una inmediata detención antes de que la protesta pueda crecer y expandirse. El régimen se protege a base del terror.

La carencia de agua potable ya es crónica. Se vive con unos pocos litros diarios, precio que paga la higiene personal. La falta de electricidad para el bombeo mantiene secos los depósitos y tanques.

Los basureros comunitarios rebosan en desechos sólidos sin que el Estado se preocupe por recogerlos y disponer de ellos. En estos basureros desbordados, un ejército de adultos mayores, indigentes y hasta niños buscan comida y recursos para la supervivencia. Hay cada vez más cubanos viviendo de las sobras. En las comunidades se camina entre montones de basura llenos de vectores, aguas albañales y casas apagadas semiderruidas. Hay niños recolectando caracoles y pescando en zonas insalubres de la bahía, donde desembocan las aguas negras y grises de varias comunidades.

La cocción de los alimentos se ha convertido, tal vez, en el mayor reto cotidiano de las personas, junto con el abasto de agua. El saco de carbón de leña suave —la cual tiene menor potencial calórico y se gasta más rápido— cuesta 1 500 pesos actualmente, de solo 600 que costaba hace menos de seis meses. Muy pocas personas pueden darse el “lujo” de cocinar sus alimentos con carbón. Hay una gran cantidad de familias haciéndolo con leña, pomos plásticos, aserrín y otros productos combustibles.

En las llamadas “ferias agropecuarias” de los sábados, la oferta ha disminuido en variedad considerablemente. Ahora se comercializan unos pocos productos consistentes en col, plátano, boniato, calabaza y alguna otra cosa. Los jubilados hacen largas colas en los agros estatales para comprarse una mísera mano de plátanos burro. De igual manera, acechan en los cárnicos estatales vacíos, en espera de la llegada de un poco de picadillo de soya o algún embutido de pésima calidad. 

 

Cuando “la cosa se calienta” en un barrio que lleva demasiados días sin electricidad, aparece de vez en cuando algún camioncito vendiendo cajas de pollo o aceite a un precio ligeramente menor que el del mercado local. Nadie sabe quiénes son, de dónde vienen o quién los envía. Algunos actos de protesta velada, como arrojar pintura roja sobre rostros de Castro y Ernesto Guevara o de la aparición de carteles “sugerentes” son los únicos actos de rebeldía que han quedado disponibles para una sociedad amordazada.

No existe recreación en la ciudad. No hay ofertas culturales ni deportivas. El hambre, la desesperación, la falta de agua potable y de combustible para cocinar se combinan con la crónica falta de medicamentos y de alimentos para crear un escenario de colapso inminente.

La respuesta del régimen despótico es la misma: “¡Resistan!”. Nadie sabe hasta cuándo, nadie sabe cómo hacer los próximos meses. La incertidumbre y el miedo mantienen a las personas en un estado de somnolencia civil. La guardia revolucionaria redobla sus esfuerzos y el futuro se ve muy oscuro.  

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